diumenge, 4 de maig del 2014

Echando la mirada atrás

Después de tres años trabajando con los niños me pregunto si estoy haciendo una buen labor, si debería seguir con esto o hacer otras cosas... Pero me doy cuenta que lo que verdaderamente me gusta es lo que estoy haciendo, que es disfrutar enseñando.

Llegas a observar, que todos los días algún niño tiene una sonrisa para ti desde los más pequeños hasta los más mayores, que en la actualidad paso más tiempo con ellos. Que cada entrenamiento da sus frutos a nivel de rendimiento para unos y de disfrute para otros. Que cada una de la criticas las tomas de manera constructiva para poder mejorar la próxima vez.

El llegar a lograr esta implicación es una de nuestras tareas como profesores. Nosotros debemos ser el motor de empuje, aunque para lograrlo haga falta obtener cierto feedback con los alumnos, y cuando se consigue,a pesar de ser de forma fugaz, merece la pena. Conseguir que la clase sea integra de principio a fin, se mantenga la actitud de todos los participantes, se muestre interés por lo que se está desarrollando prestando atención con los cinco sentidos, se muestre puntualidad, respeto etc. Este efecto, que se da en ocasiones, permite que todos estemos alineados y nos movamos en la misma dirección mejorando día a día, porque siendo sinceros en una clase, como en la vida, aprenden los dos, el maestro y el aprendiz.
La ilusión por mejorar, por aprender algún concepto nuevo del maestro o por resolver las dudas que te surgen a media que avanzas e investigas, son algunos ejemplos de lo que nos empuja cada día a ponernos el mono de trabajo e intentar seguir evolucionando. Sin ese “empuje”, francamente, sería difícil entrenar después del trabajo o desplazarse a tantos kilómetros de casa. Siempre hay algo que aprender y a medida que profundizas el cuerpo te pide conocer más y más. 

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